miércoles, 30 de enero de 2013

La importancia de la comunicación.

“DISPUTA QUE LOS GRIEGOS Y ROMANOS TUVIERON ENTRE SÍ”
Del Libro de buen amor (Juan Ruíz, el Arcipreste de Hita)
Los romanos no tenían leyes y fueron a pedírselas a los griegos. Éstos les dijeron que no las merecían ni las podrían entender pues sabían muy poco, pero que si querían gobernarse por ellas, tendrían que disputar con sus sabios.
Respondieron los romanos que estaban conformes y señalaron plazo para sostener la discusión, pero como no entendían el griego, convinieron que la disputa se hiciera a señas.
Los romanos estaban angustiados porque no eran letrados para enfrentarse a los griegos. Estando en esa congoja, un ciudadano propuso que escogieran a un bellaco para que hiciese las señas según su entender, pues de todas maneras harían el ridículo ante los griegos.
Les pareció bien la sugerencia y encontraron a uno, muy pícaro e ingenioso, que aceptó el encargo. Lo vistieron ricamente como si fuera un doctor en filosofía, subió a la cátedra y la disputa empezó. Sosegado e imponente, el griego enseñó el dedo índice, después de lo cual, se sentó en su sitio.
El bravucón romano se levantó y le mostró tres dedos al griego, y se sentó mirando a sus vestidos.
Entonces el griego, siempre con augusta dignidad, tendió la palma de su mano y enseguida se sentó, tras de lo cual, el bellaco, con insolente arrogancia, mostró el puño cerrado como con deseos de pelear.
El sabio griego, rompiendo el silencio, dijo: --Merecen las leyes los romanos, no puedo negárselas. Todos se levantaron de sus asientos. Los griegos, tristes porque fueron derrotados; los romanos, felices y sorprendidos, porque un andariego les había dado el triunfo.
Los griegos preguntaron al sabio qué le dijo el romano, y les contestó:
--Yo dije que hay un Dios, y el romano contestó que había uno con tres personas; dije que todo estaba sometido a su voluntad y respondió que lo tenía encerrado en su mano. Cuando vi que creían y entendían en la Trinidad, me pareció que merecen gobernarse a sí mismos.
Preguntaron al bellaco por lo que el sabio le mostró, y contestó:
--Me dijo que con un dedo me sacaría un ojo y eso me enojó; le respondí  con ira y molesto que yo, ante todo el mundo, le sacaría los ojos y los dientes. Después él me dijo que me daría una bofetada y yo le respondí que le daría tal puñetazo que se acordaría en todos los días de su vida.

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