domingo, 24 de febrero de 2013

Tarea 1 segundo parcial. Aura, pequeña novela de Fuentes

AURA, sigue el link para leer la novela  y contesta el cuestionario en tu cuaderno.
Fecha de entrega: 8 al 12 de abril
EJERCICIO: En un enorme cuadro sinóptico coloca los siguientes datos.
1. La biografía de al autor.
2. Año en que  escribió la novela.
3. ¿Tipo de narrador?
4. Tiempo de la historia (días, meses, años,etc.)
5. Tiempo del discurso:
6. Personajes principales:
a) describe a Felipe
b) describe a Aura
7. ¿Cómo termina la novela?
8. ¿Si tu fueras Felipe qué hubieras hecho al saber la verdad?

lunes, 18 de febrero de 2013

MÁS HIBRIDOS

 (Tarea opcional) DE ESTA LECTURA ELABORA UN DIBUJO DE LA VACAMUNDI Y UNO DE EL  COLIBRITO DE LOS VERSOS Y CONTESTA EL CUESTIONARIO
Autor Daniel Monedero y Aitana Carrasco
 La vacamundi es el antecesor directo del Mapamundi. Surgieron hace cientos de años, antes de las vacas tal y como las conocemos en la actualidad. Como todas las regiones del mundo están representadas en su piel, los pueblos antiguos las utilizaban para conocer los caminos que tenían que seguir. Lo mejor es que a este práctico Animajeto le encanta ver las noticias y estar siempre al día en los temas políticos y sociales, por lo que si un país se independiza de otro, las manchas de la Vacamundi también se separan.
Hoy en día, sólo quedan unos pocos ejemplares. Uno de ellos pertenece al Señor Larsen, quien mira melancólico a su Vacamundi, recordando los maravillosos lugares en los que ha estado y anhelando los que le quedan por explorar. Otro de los ejemplares está en el museo de la Sociedad Geográfica de Londres. Y junto a él hay un documento que corresponde a un capítulo perdido de La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne. En ese capítulo se cuenta cómo Phileas Fogg estudió la piel de la Vacamundi para su vuelta al mundo. Por lo visto el Señor Verne omitió ese capítulo en la versión final del libro por parecerle demasido fantástico y poco creíble.
Hay quien dice que las Vacamundis convivieron con los dinosaurios. Pero como los dinosaurios no dejaron documentos escritos no podemos asegurarlo.

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EL COLIBRITO DE VERSOS
El Colibrito de Versos es el Animajeto más bello que existe. Vuela con sus versos por el cielo y si uno los lee, vuela con ellos. Hay Colibritos de Luis Cernuda, de Pablo Neruda y del resto de grandes poetas. El Colibrito de Versos tiene un plumaje de colores variados y brillantes, y se alimenta del néctar de las flores y del pegamento de los libros. Gracias a la rápida vibración de sus páginas puede estar suspendido en el aire durante mucho tiempo. De ese modo facilita que pueda uno cogerlo y  leer algunos versos que contiene. Pero una vez leídas sus páginas, hay que volver a soltarlo para que se vaya volando, pues los versos tienen que ir corriendo de mano en mano, porque son de todos, pero no son de nadie. Yo mismo he sido testigo de cómo varios ejemplares en cautividad han ido marchitándose en sus jaulas: la tinta de sus versos se va secando, sus páginas-alas se olvidan de volar y pierden su maravilloso canto.
Los Colibritos de Versos sobrevuelan los tejados de las casas de los poetas, de los enamorados y de los locos. Cuando un poeta mira por su ventana y no ve ninguno, sabe que su inspiración se está acabando y por lo tanto entristece. En cambio, si ve bandadas de Colibritos volando cerca de su balcón, sabe que es una época de gran actividad creativa y su alegría es máxima. Cuanto mejores son los versos, más pueden alzar el cuerpo  ni un centímetro del suelo.
CUESTIONARIO
1. ¿Por qué crees que el escritor compara al colibrí con los libros de poemas?
2. ¿Por qué el autor afirma que los versos son de todos pero no son de nadie?

jueves, 14 de febrero de 2013

La clase de música de Inma: PROKOFIEV: Pedro y el lobo



Tarea No. 8 Investiga el origen de la ópera Carmina Burana

RÚBRICA DE EVALUACIÓN.     LITERATURA CONTEMPORÁNEA 2
TRABAJO A EVALUAR: Visita al Palacio Nacional                                                  
Nombre del Alumno__________________ Grado_________ Grupo_____
FECHA DE ENTREGA:   13 a  19 de marzo
VALOR TOTAL: 2 puntos.
PROFESORA: Ma. Irma Hernández Barroso

COMPETENCIA GENÉRICA: SE AUTODETERMINA Y CUIDA DE SI
 2. Es sensible al arte y participa en la apreciación e interpretación de sus expresiones en distintos géneros.
§ Valora el arte como manifestación de la belleza y expresión de ideas, sensaciones y emociones.

COMPETENCIAS DISCIPLINARES BÁSICAS: Comunicación.
6. Argumenta un punto de vista en público de manera precisa, coherente y creativa.
7. Valora y describe el papel del arte, la literatura y los medios de comunicación en la recreación o la transformación de una cultura, teniendo en cuenta los propósitos comunicativos de distintos géneros:
Criterio/Nivel
1. PRESENTACIÓN
1. Carátula con los datos completos del alumno.
2. Foto del alumno en compañía de su familia junto a la fuente del patio central.
3. Hojas blancas marginadas.
4. Letra arial no. 12.
5. Textos justificados.
2. CONTENIDO
2.1. Biografía del muralista mexicano Diego Rivera.
2.2. Fotografía del enorme mural que pintó Diego Rivera y que está colocado frente a las escaleras (a mano izquierda de la puerta de entrada)
2.3. De este mural localiza y escribe el nombre de 10 de los personajes que aparecen y di a qué etapa histórica pertenecen y por qué se consideran importantes.
2.4. Del mismo mural describe cómo son los rostros de los indígenas y cuál es la diferencia con los de los españoles; y
explica por qué crees que Diego Rivera los pintó así.
 2.5. En este mural cómo representó Diego Rivera a la Iglesia y explica por qué crees que la pintó así.
2.6. Del mural hecho por Diego Rivera donde se representa el tianguis indígena (pintado en un muro exterior del palacio Nacional que queda de frente a la fuente del patio central) describe cuáles son las mercancías que se ofrecen, cómo es el sistema de compra-venta, cuáles son los oficios que están representados en el mural.
3. Explica brevemente de qué materiales se hacían los códices prehispánicos y cuál era su importancia y utilidad entre las culturas antiguas.
4. Redacta dos párrafos donde expliques en qué se parecen los códices a los murales de Diego Rivera.
5. De la exposición de pintura “Acervos Históricos de la Nación en Custodia de la SHCP”, describe la pintura titulada: Octavio Paz de Alberto Gironella, di porqué es una obra liminal
6. ¿Qué significa la escultura titulada Soledad de pie de Francisco Zúñiga? (escribe la biografía del pintor)
7. Toma foto de otras dos obras que consideres son liminales porque mezclan diversos temas o materiales.
8. Toma una foto más de la pintura que más te haya gustado y redacta brevemente por qué te gustó.
10. Cada aspecto debe estar correctamente numerado.
3. ACTITUD
Se entrega en tiempo y forma, hay buena redacción, sin faltas de ortografía, orden y limpieza.

domingo, 10 de febrero de 2013

LA NOCHE BOCA ARRIBA, LIMINAL.

LA INVENCIÓN DEL AMOR, TAREA 5

EJERCICIO:
A partir de esta trágica historia de amor inventa un cuento donde los personajes también sufran por alguna circunstancia en especial (extensión cuartilla y media), utiliza el in mediae res y narrador autodiegético. Entrega del 18 a 22 de febrero, en tu cuaderno.

ANIMALES HÍBRIDOS EXTRAÑOS

EJERCICIO: Observa las imágenes e invéntales un nombre original y escribe algunos datos de ellas, por ejemplo dónde viven y qué comen.

Chac Mool (dios maya)

Cuento CHAC MOOL

Autor: Carlos Fuentes
 (Panamá, 11 de noviembre de 1928 - México D.F., 15 de mayo de 2012)
Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.
Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.
Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.
“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”
“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.
“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.
“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”
“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.
“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, p or el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”
“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”
“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”
“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”
“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”
“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”
“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”
“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”
“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”
“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”
Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:
“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.
“Casi sin aliento, encendí la luz.
“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”
Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:
“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.
“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”
“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”
“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”
“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atreví a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”
“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”
“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”
“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”
Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.
Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.
-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...
-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.
FIN

miércoles, 6 de febrero de 2013

El clis de sol
                     
Manuel González Zeledón. (Magón)
(Costa Rica  1864-1936)
            Ñor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una sola “camada” como él dice, llamadas María Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran “imágenes”. Contrastaba notablemente la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisonómicos de ñor Cornelio, feo, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de rubias. El viejo se chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó:
 -Pos yo soy el tata, más que sea feo el dicilo. No se parecen a yo,  pero es que la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible.
            -Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquillas?
            -No, ñor en toda la familia no ha habido ninguna gata ni canelo; todos hemos sido acholados.
            -Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?
El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén.
            -¿De qué se ríe, ñor Cornelio?
            -¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como yo, un campiruso pion, sabe más que un hombre como usté que todos dicen qu’es tan sabido, tan leido y que hasta hace leyes onde el Presidente con los menistros?
            -A ver, explíqueme eso.
            -Ora verá lo que jue.
Ñor Cornelio sacó de las alforjas un buen pedazo de sobado, dio un trozo a cada chiquilla, arrimó un taburete, en el que se dejó caer satisfecho de su próximo triunfo, se sonó estrepitosamente las narices, tapando cada una de las ventanas con el índice respectivo, restregó con la planta de la pataza derecha limpiando el piso, se enjugó con el revés de la chaqueta y principió su explicación en estos términos:

 -Usté sabe que ora en marzo hizo tres años que hubo un clis de sol en que se oscureció el sol en todo el medio; bueno, pues, como unos veinte días antes, Lina mi mujer, salió habilitada de esas chiquillas. Dende ese entonces le cogió un desasosiego tan grande que aquello era cajeta: no había cómo atajala, se salía de la casa de día y de noche, siempre ispiando pal cielo; se iba de al solar, a la quebrada, al charralillo del cerco, y siempre con aquel capricho y aquel mal que no había descanso ni más remedio que dejala a gusto. Ella había sido siempre muy antojada en todos los partos. Pero nunca la llegué a ver tan desosegada como con estas chiquitas. Pos ora verá, como l’iba diciendo, le cogió por ver pal cielo día y noche, y el día del clis de sol, qu’estaba yo en la montaña apiando un palo pa un eleje, es qu’estuvo ispiando el sol en el breñadito del cerco dende buena mañana.
-Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que yo se m’hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído la bendición de Dios. La maestra me las quiere y les cuece la ropa, el Político les da sus cinco, el Cura me las pide pa paralas con naguas de puros linotes y lentejuelas en el altar pal Corpus y, pa los días de la Semana Santa, las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro; pa la Nochebuena las mudan con muy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas.¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo…! Lina hasta que está culeca con sus chiquillas.
            Interrumpí a ñor Cornelio temeroso de que no tuviera fin, y lo hice volver al carril abandonado.
            -Bien, ¿pero idiái?
            -¿Idiái qué? ¿Pos no ve que jue por ver ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabía eso?
            -No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.
            -Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano que hizo la torre de la iglesia, de la villa: un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy maciso que come en casa dende hace cuatro años?
            -No, ñor Cornelio.
            -Pos jue el que m’explicó la cosa del clis de sol.

lunes, 4 de febrero de 2013

TAREA NO. 4 FICHERO DE ESCRITORES

TRABAJO EN PAREJAS
FECHA DE ENTREGA DEL 25 AL 1º. DE MARZO
En fichas bibliográficas o un poco más grandes si lo desean; coloca por un lado el rostro de los escritores impreso (no hay problema si es en blanco y negro, pero de buen tamaño) y por el otro, a computadora, sus datos principales.
Datos:
1.    Año de nacimiento
2.    Año de muerte
3.    Nacionalidad.
4.    Oficio o profesión
5.    Corriente literaria a la que pertenece
6.    Dos obras principales
Entregar en bolsa transparente cerrada o tarjetero (como gusten) donde aparezcan los nombres de los integrantes del equipo, fecha y grupo.
LISTA DE ESCRITORES
Escritor
Obra
Corriente Literaria
País de origen

1. Joaquín Fernández de Lizardi

El periquillo sarniento
Neoclasicismo/realismo
México

2. Jorge Isaacs

María
Romanticismo
Colombiano

3. Ignacio Manuel Altamirano

El Zarco y Clemencia
Realismo
Mexicano

4. Manuel Payno

Los bandidos de río frío
Realismo/costumbrismo
Mexicano

5. Federico Gamboa

Santa
Naturalismo
Mexicano

6. Mariano Azuela
Los de abajo
Novela de la revolución mexicana
Mexicano

5. Martín Luís Guzmán

El águila y la serpiente
Novela de la Rev.
Mexicano

7. Juan Rulfo
 El llano en llamas y Pedro Páramo
Novela de la Rev.
Mexicano

8. Juan José Arreola
 Confabulario

Novela contemporánea
Mexicano

9. Carlos Fuentes
Aura, La región más transparente.
Novela contemporánea
Mexicano

10. Octavio Paz

El laberinto de la soledad, ensayos y poemas.
Premio Nobel
Mexicano

11. Elena Poniatowska

Novela biográfica: Hasta no verte Jesús mío, La noche de Tlatelolco
Novela contemporánea
París/México

12. Alejo Carpentier
El siglo de las luces
Realismo mágico
Cubano

13. Jorge Luís Borges

El Aleph
Antecedente del boom
Argentino

14. Julio Cortázar
Rayuela, cuentos (la noche boca arriba)
Boom latinoamericano
Argentino

15. Miguel Ángel Asturias

El señor presidente
Realismo mágico
Guatemalteco

16. Mario Vargas Llosa

La ciudad y los perros
Boom latinoamericano
Perú

17. Ernesto Sábato

El túnel
Boom latinoamericano
Argentina

18. Vicente Huidobro
Altazor
Creacionismo
Argentina

19. Rubén Darío

Azul
Modernismo
Nicaragua

20. Jaime Sabines

Poemas
Poesía
Mexicano

21. Mario Benedetti
Poemas
Poesía
Uruguay


22. Pablo Neruda

20 poemas de amor y una canción desesperada
Poesía
Chileno